Sembrando Esperanza es el nombre de la organización donde tengo la oportunidad de colaborar. Es una institución con principios anabautistas, realiza su trabajo en Guatemala para comunidades
q’eqchi’s que habitan las montañas altas y húmedas de Alta Verapaz, región donde se cultiva frijol,
maíz, café, té, cardamomo, lo cual se hace de forma artesanal. El clima es templado y húmedo,
llueve casi todo el año.

La comunidad étnica q’eqchi’ es uno de los pueblos de ascendencia maya y su herencia cultural es
milenaria. Conservan costumbres ancestrales como cocinar a fuego abierto, moler los alimentos
en piedra, cada seis meses siembran maíz, lo cual hacen como un ritual donde participa toda la
familia, se inicia con una oración antes de sembrar y se procede con varias oraciones durante el
proceso como una forma de pedir al Creador y Formador su bendición a través de las cosechas, al
terminar la siembra la familia se reúne para compartir el almuerzo, es una celebración de la vida
muy especial. Son los abuelos y abuelas quienes se encargan de transmitir estas costumbres a las
nuevas generaciones.

Las comunidades rurales están formadas por grandes familias que heredaron la tierra de sus
padres y abuelos, formando núcleos familiares en áreas definidas. Las viviendas distan entre sí
unos 200 metros cuando son de la misma familia y de un kilómetro cuando son de familias
diferentes. Y algunas familias aún son colonos de las fincas de café y cardamomo, ellos no poseen
tierra propia.

La actividad económica depende de la agricultura, las familias siembran maíz y frijol para su
consumo, lo cual complementan con crianza de aves, marranos y otros animales domésticos. Otras
fuentes de ingresos económicos son la elaboración de artesanías, tejido de huipiles (traje
tradicional), albañilería, carpintería, sastrería, sin perder la tradición agrícola.
Las viviendas son de madera rústica con techo de lámina de zinc, la mayoría no tienen piso, no
cuentan con agua potable ni energía eléctrica. El mobiliario es de madera rústica, sencillo y muy
práctico. La indumentaria femenina consiste en corte plegado de algodón y mide de 6 a 8 varas, el
cual se amarra con un cordón alrededor de la cintura y el huipil, que es elaborado por las mismas
mujeres en telar de cintura usando colores vivos y brillantes. Las mujeres son un ejemplo de
resistencia cultural, mientras los hombres han perdido el uso del traje tradicional, actualmente
visten con pantalón, camisa y zapatos o botas de hule debido a las constantes lluvias y la humedad
del lugar.

En este contexto, se desarrolla el trabajo de Sembrando Esperanza, el cual se divide en tres
programas: Seguridad Alimentaria, cuya base es la agroecología, donde las familias aprenden a
cultivar hortalizas, flores, reforestar, enriquecimiento de los suelos y así mejoran su alimentación y
logran comercializar su excedente de producción agrícola.

El segundo programa se llama Mujeres por la equidad, donde se capacita a las lideresas
comunitarias y ellas a su vez capacitan a las y los participantes de su comunidad. Las mujeres
q’eqchi’s tienen un rol tradicional en la familia, se dedican a labores domésticas, cuidan a los hijos,
y a la crianza de animales lo cual les permite tener un pequeño ingreso económico a través de la
venta de aves. La mayoría no trabajan fuera de casa, lo cual las coloca en relación de dependencia
de sus esposos, algunas sufren violencia doméstica e históricamente han sido relegadas, sus

padres y abuelos les han negado el derecho a la educación, por lo que es común encontrar
mujeres analfabetas. Sembrando Esperanza también ha trabajado en programas de alfabetización
que fueron exitosos, pero a raíz de la pandemia y sus efectos en la economía familiar, muchas
mujeres perdieron en interés en seguir aprendiendo a leer y escribir porque para ellas es más
importante la alimentación de la familia.

El tercer programa se llama Jóvenes por la equidad y el buen vivir, donde se capacita grupos de
jóvenes en temas como: emprendimiento, economía solidaria, equidad de género y este año es el
primero en el que se apoyará con un capital semilla para un emprendimiento con el cual estos
jóvenes puedan iniciar un pequeño negocio que contribuya a mejorar sus vidas y las de su familia.
Paralelamente a estos programas se les capacita en Resolución de conflictos, Perdón y
Reconciliación, Grupos saludables y comunidades de paz. Sembrando Esperanza cuenta con un
equipo de personas q’eqchi’s, conocedores de la cultura y el idioma, personas comprometidas con
las comunidades y que trabajan cada día para apoyar en el mejoramiento de la calidad de vida de
las familias atendidas.

Inicié a trabajar en Sembrando Esperanza en octubre de 2018, a raíz de la muerte de mi padre,
que trabajó acá durante varios años. Durante este tiempo, ha sido un reto involucrarme en una
nueva cultura y un nuevo idioma e ir conociendo poco a poco su cosmovisión y forma de vida. He
visto cómo viven ligados a la tierra y a la familia, cada persona conoce los nombres de los cerros
que rodean el lugar donde viven y en sus oraciones les piden permiso a los cerros para sembrar,
para construir, desde su cosmovisión los cerros los protegen, los cuidan. Estos cerros pueden tener
nombres masculinos o femeninos, si tienen agua son femeninos, y si no, son masculinos y se
dirigen a ellos con profundo respeto.

Junto al equipo de Sembrando Esperanza hemos sido testigos de cómo las familias mejoran sus
relaciones, su alimentación, su economía y en general, su calidad de vida, lo cual es muy
gratificante para nosotros, vemos y sentimos cómo Dios se manifiesta en la vida de cada una de las
personas participantes y sus familias.
Durante estos años de trabajo en San Pedro Carchá, Alta Verapaz, puedo decir que tenemos
esperanza, y más que esperanza tenemos confianza en que aquí y ahora se pueden cambiar las
injusticias, se puede trabajar para lograr el bien común, y como dice un canto: mirar con confianza
el porvenir.